lunes, 19 de enero de 2015

'Mamá no volverá a caminar'

Lo he escuchado tantas veces en mi consulta que la respuesta me sale automática: “Eso lo tendré que decir yo, no usted”. La dificultad para moverse y caminar supone un antes y un después en la vida de las personas mayores. A veces la causa es una fractura ósea, casi siempre de cadera; otras veces la simple progresión de enfermedades óseas degenerativas propias de la edad, sobre todo en las mujeres; y en ocasiones la inmovilidad está asociada a una fase de depresión que, a estas edades, no es raro que se convierta en crónica.

Para los familiares también supone, como es lógico, un cambio sustancial en las obligaciones con sus mayores, tanto en horas de dedicación como en intensidad. Y esta nueva situación se suele encarar con un punto de pesimismo, muy similar al que producen en la familia la aparición de algunos síntomas asociados al envejecimiento como la pérdida de memoria. La preocupación, por supuesto, es comprensible, pero nunca antes de determinar hasta qué punto nos encontramos ante un proceso irreversible.

Mi experiencia ante estos casos es muy variada, pero como regla general puedo afirmar que existen pocas situaciones irreversibles. De hecho, si nos encontráramos ante una persona joven o adulta, daríamos por supuesto que los huesos se pueden arreglar, que el deterioro óseo se puede minimizar, que las secuelas de un accidente cerebrovascular pueden suavizarse… Cuando tratamos con personas mayores, en cambio, tendemos a pensar que ya no se desprenderán nunca de la silla de ruedas o del andador. O que nunca volverán a levantarse de la cama.

Caminar, moverse por el hogar propio o dar pequeños paseos es una capacidad importantísima para la salud física y mental de los mayores. No podemos resignarnos sólo porque nuestro familiar ha cumplido muchos años, o porque él mismo ha decidido que no puede o no quiere moverse. Si el diagnóstico no es contundente –y ya he dicho que hay pocos que lo sean- recuperar la movilidad es una prioridad para el paciente, para los familiares y por supuesto para el médico. Existen, además, cada vez más técnicas y profesionales que ayudan a mejorar o a mantener la marcha. Así que la madre, o el padre, sí volverá a caminar… mientras no se demuestre que es imposible.